Celebérrimo ensayo de Ortega, probablemente su obra de mayor trascendencia, en la que analiza el origen, las causas, y posibles consecuencias en el devenir histórico de la aparición del hombre-masa, síntesis de la paulatina relajación que ha experimentado occidente, más particularmente Europa, y aún más concretamente España, en el ejercicio de virtudes y puesta en práctica de valores.
Ortega se muestra aséptico, con una "Pulcra sumisión a los hechos", definiendo este nuevo tipo de hombre, consciente de sus derechos pero no de sus deberes, que se atribuye el mérito adscrito a su cultura sin aportar nada en ella, y cuya rebelión — Entendida aquí como toma de poder— presagia el naufragio total de la civilización que lo ha gestado.
Ortega habla de la falta de sentido de proyecto de Estado, de España como un país a la deriva, en el cual la clase dirigente se ha apropiado de unos privilegios que no corresponden a su excelencia personal, y a la que el ciudadano — el hombre masa— no solo no ha tenido pericia ni valentía para deponer, sinó que ha asimilado, a modo adaptativo, todos sus vicios.
A pesar de la constante presunción de neutralidad del tono de Ortega, se aprecia una marcada actitud crítica a lo largo de toda la obra, llegando en la segunda parte a fragmentos cuyo nihilismo rezuma desesperanza a cada sílaba.
Algunos fragmentos sugestivos del ensayo:
"Porque podría muy bien ocurrir que, en muchos casos, el español no va a nada, no tiene proyecto ni misión, sino que, más bien, sale a la vida para ver si las de otros llenan un poco la suya.
El latín vulgar está ahí en los archivos, como un escalofriante petrefacto, testimonio de que una vez la historia agonizó bajo el imperio homogéneo de la vulgaridad por haber desaparecido la fértil «variedad de situaciones».
Había llegado en ellos a convertirse en un instinto la impresión radical de que existir es resistir, hincar los talones en tierra para oponerse a la corriente. En una época como la nuestra, de puras «corrientes» y abandonos, es mas bien otra cosa.
Cualquiera que sea el contenido del bolchevismo, representa un ensayo gigante de empresa humana. En él los hombres han abrazado resueltamente un destino de reforma y viven tensos bajo la alta disciplina que fe tal les inyecta. Si la materia cósmica, indócil a los entusiasmos del hombre, no hace fracasar gravemente el intento, tan sólo con que la deje vía un poco franca, su espléndido carácter de magnífica empresa irradiará sobre el horizonte continental como una ardiente y nueva constelación. Si Europa, entretanto, persiste en el innoble régimen vegetativo de estos años, flojos los nervios por falta de disciplina, sin proyecto de nueva vida, ¿cómo podría evitar el efecto contaminador de aquella empresa tan prócer?
Desde ciento cincuenta años después de Cristo, esta impresión de encogimiento vital, de venir a menos, de decaer y perder pulso, crece progresivamente en el Imperio romano. Ya Horacio habíacantado: «Nuestros padres, peores que nuestros abuelos, nos engendraron a nosotros aún más depravados, y nosotros daremos una progenie todavía más incapaz.» (Odas, libro III, 6.)
Y, sin embargo, el poder público, el gobierno, vive al día; no se presenta como un porvenir franco, ni significa un anuncio claro de futuro, no aparece como comienzo de algo cuyo desarrollo o evolución resulte imaginable. En suma, vive sin programa de vida, sin proyecto. No sabe a dónde va, porque, en rigor, no va, no tiene camino prefijado, trayectoria anticipada.
Para el «vulgo» de todas las épocas, «vida» había significado ante todo limitación, obligación, dependencia; en una palabra, presión. Si se quiere, dígase opresión, con tal que no se entienda por ésta sólo la jurídica y social, olvidando la cósmica. Porque esta última es la que no ha faltado nunca hasta hace cien años, fecha en que comienza la expansión de la técnica científica-física y administrativa-, prácticamente ilimitada. Antes, aun para el rico y poderoso, el mundo era un ámbito de pobreza, dificultad y peligro.
El Estado contemporáneo es el producto más visible y notorio de la civilización. Y es muy interesante, es revelador, percatarse de la actitud que ante él adopta el hombre-masa. Éste lo ve, lo admira, sabe que está ahí, asegurando su vida; pero no tiene conciencia de que es una creación humana inventada por ciertos hombres y sostenida por ciertas virtudes y supuestos que hubo ayer en los hombres y que puede evaporarse mañana."
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