Si
no hay humildad se confía demasiado en la propia sensatez
En
orden al bien, el reproche fortifica el alma, y la alabanza la hace
lánguida e inerte
Es verdaderamente misericordioso, no el que
ofrece voluntariamente lo superfluo, sino el que consiente que le
quiten lo que les es necesario
La obra espiritual no necesita de la obra del cuerpo para subsistir.
Bienaventurados
aquellos que han dado preferencia a la obra inmaterial sobre la
material.
Han llenado de ese modo la ausencia de la segunda,
viviendo la vida secreta de la primera,
secreta, pero conocida por
Dios.
No le bastan al alma los sufrimientos voluntarios para librarse perfectamente del vicio; si la liberación no se lleva a término, estos arden involuntariamente; en efecto, el alma es como una espada: si no se la templa con fuego y agua, es decir, a través de fatigas voluntarias e involuntarias, no se conservará intacta cuando llegue la dura contrariedad.
La prudencia la adquirimos cuando dirigimos el intelecto a cosas útiles
Está claro que la concupiscencia de las riquezas es superflua y no según natura
El olvido, la negligencia y la ignorancia; estos dan lugar al placer, al relajamiento, al deseo de gloria de los hombres y a la distracción
Y estas son las virtudes del cuerpo, aquellas que usadas con ciencia y según Dios, y fuera de toda hipocresía y voluntad de placer en los hombres, llevan a la simplicidad y la impasibilidad
El hecho mismo de no conocer nada es un conocimiento que trasciende al intelecto.
Es signo de suma impasibilidad que los conceptos de las cosas suban siempre simples al corazón, ya esté el cuerpo en vigilia o soñando.
El que no desprecia la gloria, el placer, y el amor al dinero, y que hace crecer estas pasiones que nacen de él, no puede cortar las ocasiones de la cólera. Y quien no las corta no es apto para la caridad perfecta.
No posee aún la caridad perfecta, quien se deja influenciar por juicios humanos, amando uno y otro, o amando y odiando alternativamente según cosas transitorias.
El que habla mal de un hermano o juzga a su hermano, habla mal de la Ley y juzga la Ley.
El que ama a Dios ama, inevitablemente, al prójimo: Un hombre así no puede conservar sus riquezas, sino que las reparte.
En todo aquello que sufras, insulto o deshonor, ten seguro que encontrarás gran ventaja, pues mediante el deshonor se aleja de ti la vanagloria.
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