Blog donde recopilo lo (subjetivamente) mejor de fragmentos, artículos y reflexiones de textos místicos, religiosos, espirituales o filosóficos que me voy encontrando por mis peripecias literarias.

La Biología de la creencia, Bruce Lipton

 

La propuesta de La biología de la creencia contiene varios planos de acercamiento. El principal podría resumirse, a costa de ser simplificador, en que la carga genética de todo ser viviente no solo no determina las condiciones biológicas en las que se va a desarrollar, sino que ni siquiera es el factor condicionante fundamental. Lo que le condiciona como organismo vivo es su entorno físico y energético






Ahora que somos conscientes de este mecanismo de transferencia de genes entre individuos de la misma y de distintas especies, los peligros de la ingeniería genética han quedado en evidencia. Por ejemplo, chapucear con los genes del tomate tal vez tenga consecuencias no solo para ese tomate, sino para toda la biosfera, y de forma que ni siquiera podemos llegar a imaginar.



La actividad de la telomerasa mejora la salud y prolonga la vida. Pero la cosa tiene truco. Las experiencias vitales pueden estimular o inhibir la actividad de la telomerasa. Por ejemplo, las experiencias estresantes durante el desarrollo prenatal, el maltrato en la infancia (tanto verbal como físico), la violencia doméstica, el trastorno de estrés postraumático (TEP), las deficiencias nutricionales y la falta de amor inhiben la actividad de la telomerasa


De hecho, fue en 1985 cuando me di cuenta por primera vez de que el hecho de comprender el funcionamiento de la membrana podía cambiarme literalmente la vida. Mi momento «¡eureka!» se asemejó a la dinámica de las soluciones hipersaturadas en química. Estas soluciones, que a simple vista parecen agua, están completamente saturadas con una sustancia en disolución. Están tan saturadas que una simple gota más de soluto ocasiona una reacción impresionante en la que todo el material en disolución se une de inmediato en un enorme cristal.



Por increíble que parezca, el simple hecho de alterar el potencial de membrana en las células de la espalda y la cola de los renacuajos resultó en la aparición de ojos en la espalda y en la cola, muy lejos de donde lo hacen normalmente



Estudios posteriores revelaron que los supuestos efectos preventivos de los fármacos reductores del colesterol habían sido exagerados de manera considerable. Como nota al margen, diré que AstraZeneca, el fabricante de las estatinas utilizadas en el estudio, fue quien proporcionó la financiación para el ahora desacreditado Estudio JUPITER


Los organismos multicelulares sobreviven con muchos menos genes de los que calculaban los científicos en un principio porque se utilizan los mismos productos genéticos (proteínas) para una gran variedad de funciones. Es algo similar a utilizar las veintisiete letras de nuestro alfabeto para componer todas y cada una de las palabras de nuestra lengua.


Los efectos adversos de los fármacos, como los que contribuyen a la controversia de la terapia hormonal sustitutiva, son la razón fundamental de que la iatrogenia (las enfermedades resultantes de los tratamientos médicos) sea una de las principales causas de muerte. De acuerdo con las conservadoras estimaciones publicadas en Journal of the American Medical Association, las enfermedades iatrogénicas son la tercera causa de muerte en Estados Unidos. Más de ciento veinte mil personas mueren cada año a causa de los efectos adversos de los medicamentos (Starfield, 2000).




Un importante estudio de hace cuarenta años llevado a cabo por C. W. F. McClare, un biofísico de la Universidad de Oxford, calculaba y comparaba la eficacia de la información transferida mediante señales de energía y señales químicas en los sistemas biológicos. Su investigación, «La resonancia en bioenergética», publicado en Annals of the New York Academy of Science, revelaba que los mecanismos de las señales energéticas tales como las frecuencias electromagnéticas son cien veces más eficaces a la hora de transmitir la información del entorno que las señales físicas como las hormonas




Cuando en lugar de paralizar un átomo se desea potenciar su movimiento, hay que encontrar vibraciones que creen una resonancia armónica. Estas vibraciones pueden ser electromagnéticas o acústicas. Cuando, por ejemplo, una habilidosa vocalista como Ella Fitzgerald mantiene una nota que está en resonancia armónica con los átomos de una copa de cristal, los átomos de la copa absorben la energía de las ondas acústicas. Según los mecanismos de la interferencia constructiva, la energía adicional de las ondas de sonido provoca que los átomos de la copa vibren más deprisa. A la postre, los átomos del cristal absorben tal cantidad de energía que vibran con la rapidez suficiente como para liberarse de los enlaces que los mantienen unidos. Cuando eso ocurre, la copa explota.




Hace mucho tiempo que se admitió que el cerebro era un órgano eléctrico, razón por la cual la terapia de electroshock se utilizó antiguamente para tratar la depresión. Sin embargo, los científicos trabajan ahora en métodos menos invasivos para tratar el cerebro. Un reciente artículo publicado en Science anunciaba los efectos beneficiosos de la Estimulación Magnética Transcraneal (EMT), que estimula el cerebro con campos magnéticos (Helmuth, 2001; Hallet, 2000). La EMT es una versión actualizada de las técnicas de curación radiestésicas que se practicaban en el siglo XIX y que fueron denunciadas en su día por la medicina tradicional. Los nuevos estudios sugieren que la EMT puede llegar a ser una importante herramienta terapéutica. Si se usa de la forma adecuada, puede atenuar la depresión y los estados alterados de conciencia.



En lugar de concentrarme en crear energías armónicas en mi vida, pasaba por la vida a la buena de Dios, consumiendo energía sin ton ni son. Sería lo mismo que calentar una casa en pleno invierno y dejar las puertas y las ventanas abiertas.



Esta red en expansión está generando investigaciones muy interesantes que desafían «hechos» que los biólogos como yo memorizamos en la facultad, como, por ejemplo, el «hecho» de que las señales que controlan el comportamiento y la genética de la célula son tan solo químicas, como las hormonas, los fármacos, los átomos y los iones (Ca+, Na+ y K+, entre otros). Esa idea fue derrocada en los experimentos llevados a cabo por Chaban en 2013, que revelaron que las células nerviosas situadas fuera de las barreras físicas influían en la actividad de otras células nerviosas situadas en cámaras selladas.



A pesar de este revolucionario trabajo sobre biofísica cuántica y gracias en parte a los enormes medios de la industria farmacéutica —una entidad que prospera vendiendo señales químicas y detesta la medicina basada en la energía libre de fármacos—, el mundo de la medicina tradicional sigue ignorando mayoritariamente el papel de la energía en la configuración de la expresión biológica.



En su conferencia de 2004 en la Lindau Nobel Laureate Meeting, el físico de la Universidad de Cambridge Brian Josephson, galardonado con un Premio Nobel, dijo que la institución científica padece «Escepticismo patológico», una enfermedad que describió como «yo no lo creería ni aunque fuera cierto»



Mediante la autoconciencia, la mente puede utilizar el cerebro para generar moléculas de emoción y liberarlas en el sistema. Mientras que el uso apropiado de la conciencia puede proporcionar salud a un cuerpo enfermo, el control inapropiado e inconsciente de las emociones puede ocasionar fácilmente que un cuerpo sano enferme,



Todos los estudiantes de medicina saben, al menos durante un tiempo, que la mente puede afectar al cuerpo. Saben que algunas personas mejoran cuando creen (de forma equivocada) que están recibiendo un tratamiento médico. Cuando los pacientes mejoran tras recibir una pastilla de azúcar, la medicina lo define como efecto placebo. Mi amigo Rob Williams, creador del PSYCH-K, un sistema de tratamiento fisiológico basado en la energía, sugiere que sería más apropiado denominarlo efecto ideológico. Yo lo llamo efecto de las creencias para recalcar el hecho de que nuestras ideas y percepciones, sean acertadas o no, tienen su efecto en nuestro cuerpo y en nuestro comportamiento.



En otro estudio fascinante llevado a cabo en 2007, este sobre la pérdida de peso, los investigadores dijeron a la mitad del personal de la limpieza de siete hoteles que estaban quemando un montón de calorías con el trabajo diario, las suficientes para satisfacer las recomendaciones diarias del director de salud pública para un estilo de vida activo; a la otra mitad de la plantilla no se le dijo nada. «Aunque el comportamiento no cambió, cuatro semanas después de la intervención, el grupo que había sido informado se percibía mucho más en forma que antes». Y, de hecho, aquellos que consideraban que estaban haciendo más ejercicio perdieron peso y redujeron su presión arterial, la grasa corporal, la proporción entre cintura y cadera y el índice de masa corporal (Crum y Langer, 2007).



La prueba que sustenta mi creencia de que la emisión de un individuo sigue presente tras su muerte viene de los pacientes de trasplante que afirman que, junto con sus nuevos órganos, también perciben cambios conductuales y psicológicos. Una mujer consciente de los problemas de salud, la conservadora de Nueva Inglaterra Claire Sylvia, se quedó atónita cuando comenzaron a gustarle la cerveza, los nuggets de pollo y las motocicletas después de su trasplante de corazón. Sylvia habló con la familia del donante y descubrió que había recibido el corazón de un entusiasta de las motos de dieciocho años a quien le encantaban los nuggets y la cerveza. En su libro titulado Baile de corazones, Sylvia resume su transformación personal y las experiencias similares de otros pacientes de su grupo de apoyo de trasplantes (Sylvia y Novak, 1997).



Antes de ir al colegio, en lo que podría haber sido una especie de premonición de la tragedia, Jesse, de seis años, escribió en la pizarra de su casa: «Promover el Amor Sanador» (Nurturing Healing Love). Luchando contra el sufrimiento en medio de la devastación emocional que sienten todos los padres que pierden a un hijo, Scarlett asimiló las palabras de Jesse y eligió de manera consciente una forma diferente de controlar el estrés. Si bien muchos padres alivian el dolor a través de la ira, la culpa y un dolor desgarrador, Scarlett siguió un camino alternativo al tomar la decisión consciente de elegir el Amor para aceptar aquel horrible crimen. Para propagar su mensaje por el mundo, Scarlett creó la fundación Jesse Lewis Choose Love (Jesse Lewis elige el Amor, http://www.jesselewischooselove.org), cuya misión es «Concienciar a nuestros niños y nuestras comunidades de que se puede elegir el amor frente a la ira, la gratitud frente al privilegio, y el perdón y la compasión frente a la amargura».





Otro de los pioneros en la psicología pre y perinatal, David Chamberlain, escribió en su libro La mente del bebé recién nacido. Una nueva dimensión de la conciencia humana a través de la experiencia del nacimiento: «La verdad es que muchas de las creencias que albergábamos sobre los bebés son falsas. No son seres sencillos, sino complejas criaturas sin edad con una asombrosa cantidad de pensamientos» (Chamberlain, 1998)



Los datos revelaban que en más de la mitad de los ensayos clínicos de los seis antidepresivos principales, los fármacos no obtenían mejores resultados que las píldoras de placebo fabricadas con azúcar. Y Kirsch resaltó en una entrevista en el Discovery Health Channel que: «La diferencia entre la respuesta a los fármacos y la del placebo era de menos de dos puntos de media en la escala clínica que va desde los cincuenta a los sesenta puntos. Eso es una diferencia muy pequeña. Es una diferencia clínicamente irrelevante». Otro hecho interesante sobre la efectividad de los antidepresivos es que han mejorado su eficacia en los ensayos clínicos con el paso de los años, lo que sugiere que el efecto placebo es debido en parte a una avispada publicidad. Cuanto más se proclama en los medios el milagroso efecto de los antidepresivos, más eficaces se vuelven. ¡Las creencias son contagiosas! Vivimos en una cultura en la que la gente cree que los antidepresivos funcionan, así que lo hacen.

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