Blog donde recopilo lo (subjetivamente) mejor de fragmentos, artículos y reflexiones de textos místicos, religiosos, espirituales o filosóficos que me voy encontrando por mis peripecias literarias.

Martes con mi viejo profesor, Mitch Albom

 


Yo no tenía ninguna buena excusa al respecto, sino la que parece tener todo el mundo en estos tiempos. Me había dejado arrastrar demasiado por el canto de sirena de mi propia vida. Estaba ocupado.

¿Qué me ha pasado?, me pregunté a mí mismo. La voz aguda, acre, deo Morrie me hizo recordar mis años de universitario, cuando yo pensaba que la gente rica era mala, que la camisa y la corbata eran ropas carcelarias y que

la vida sin libertad para ponerse en pie e ir adelante —sobre una moto, con el viento en la cara, paseando por las calles de París, adentrándose en las

montañas del Tíbet— no era en absoluto una buena vida. ¿Qué me ha pasado?l a cultura que tenemos no hace que las personas ses ientan contentas consigo mismas. Estamos enseñando cosas equivocadas. Y uno ha de tener la fuerza suficiente para decir que si la cultura no funciona,no hay que tragársela.

—Mitch, me preguntaste por qué me preocupaba de personas a las que ni

siquiera conozco. Pero ¿quieres que te diga lo que más estoy aprendiendo con esta enfermedad?

—¿Qué es?

—Que lo más importante de la vida es aprender a dar amor y a dejarloentrar.Su voz se redujo a un susurro.

—Dejarlo entrar. Creemos que no nos merecemos el amor, creemos que si lo

dejamos entrar nos volveremos demasiado blandos. Pero un hombre sabio

que se llamaba Levine lo expresó certeramente. Dijo: «El amor es el único

acto racional».

Lo repitió con cuidado, haciendo una pausa para producir mayor efecto.

—«El amor es el único acto racional.»

Pensé en la frecuencia con que era necesario esto en la vida diaria. En cómo

nos sentimos solos, a veces hasta el borde de las lágrimas, pero no dejamos

salir esas lágrimas porque no debemos llorar. O en cómo sentimos un

arrebato de amor por nuestra pareja, pero no decimos nada porque nos

paraliza el miedo a las consecuencias que pudieran tener esas palabras sobre

la relación de pareja.

El planteamiento de Morrie era exactamente el contrarío. Abre el grifo.

Lávate con la emoción. No te hará daño. Sólo puede ayudarte.

—¿Así que tú eres también uno de ellos? —le dijo con desprecio.

—¿Uno de quiénes?

—De mis carceleros.

Morrie observó que la mayoría de los pacientes que estaban ingresados allí habían sido rechazados y despreciados en sus vidas, se les había hecho sentir que no existían.



—Sí —dije yo—, pero si es tan valioso envejecer, ¿por qué dice siempre la gente: «Ay, si yo volviera a ser joven»? Nunca se oye a nadie decir: «Ojalá tuviera sesenta y cinco años».

Sonrió.

—¿Sabes lo que se trasluce en eso? Vidas insatisfechas. Vidas no realizadas.

Vidas que no han encontrado sentido. Porque, si has encontrado un sentido en tu vida, no quieres volverte atrás. Quieres seguir adelante. Quieres ver mas, hacer más. No quieres esperar a tener sesenta y cinco años.

¿Sabes lo que hago yo?

Cuando alguien quería pasar por delante de mí en la carretera (cuando yop odía conducir), levantaba la mano... intentó hacerlo, pero la mano se levantaba débilmente, sólo un palmo....levantaba la mano, como si fuera a hacer un gesto negativo, peroe ntonces les saludaba con la mano y sonreía. En vez de hacerles un corte dem angas, les dejas pasar y les sonríes.Y ¿sabes una cosa? Muchas veces me devolvían la sonrisa.

En mi vida me encontraba por todas partes con personas que querían engullir algo nuevo. Engullir un coche nuevo. Engullir un bien inmobiliario nuevo. Engullir el último juguete. Y después querían contártelo. «¿A que nos abes lo que tengo? ¿A que no sabes lo que tengo?»

¿Sabes cómo he interpretado esto siempre? Estas personas tenían tantah ambre de amor que aceptaban sucedáneos. Abrazaban las cosas materiales y esperaban que éstas les devolvieran el abrazo de alguna manera. Pero eson o da resultado nunca. Las cosas materiales no pueden servir de sucedáneo del amor, ni de la delicadeza, ni de la ternura, ni del sentimiento dec amaradería.

—Las personas sólo son malas cuando se ven amenazadas —me dijo mást arde, aquel mismo día—, y eso es lo que hace nuestra cultura. Eso es lo queh ace nuestra economía. Hasta las personas que tienen puestos de trabajo enn uestra economía se sienten amenazadas porque temen perderlos. Y cuandou no se siente amenazado, empieza a preocuparse únicamente de sí mismo.Empieza a hacer del dinero un dios. Todo forma parte de esta cultura.

Publicar un comentario

0 Comentarios