El pasado viernes 20 se celebró el primer 'Fórum de Debates' de este año en la ciudad de Vic. En esta ocasión - celebrada en una sala del recinto ferial del Sucre diferente a la habitual para este evento - los asistentes pudimos escuchar a Carlos Taibo en una conferencia titulada "Decrecimiento y colapso". La velada no dejó indiferente a nadie: Llama la atención como la excelente dicción de Taibo enmudeció a la totalidad de la sala desde el primero al último minuto de la charla. Un vocabulario diverso y abundante (Indeleblemente, descuella, onerosa, ultramontano, aledaño, granado, emolumento, enjundia...) una riqueza explicativa que ya nos gustaría ver ni que fuera esporádicamente en muchos institutos y universidades del país, y una coherencia sin fisuras en el discurso. Pero, ¿qué discurso ofrecía Taibo? Este catedrático 'Felizmente jubilado' de la Universidad Autónoma de Madrid lo tiene claro: El capitalismo ha llegado a su punto álgido - o ha tocado fondo - hace tiempo. Taibo no se contiene en radiografiar el momento actual sin dramatismo pero sin espejismos de optimismo ilusorio: el colapso ya no está sujeto al condicional; sólo es cuestión de pronosticar cuando colapsarán las sociedades, 'especialmente la opulenta sociedad occidental'. Remarca, en este sentido, que Vic no sale mal parado: 'Cuanto más poblada, industrializada y compleja sea una ciudad, más difícil lo tendrán sus habitantes en el momento del colapso'. Y es que Taibo aboga por una reruralización de la tierra, por una abolición de industrias ultracontaminantes – haciendo énfasis en la del automóvil y otros gigantes del transporte intercontinental – y por un regreso a los vínculos comunitarios de orden local, que declara en franca depresión debido al extremo individualismo y la feroz erosión que han sufrido los vínculos familiares y vecinales con la llegada del capitalismo industrial en general, y de su vertiente digitalizadora en particular. Taibo no esconde una clara simpatía por el anarquismo , este a menudo desconocido y aún más a menudo infamado – ¿desde el desconocimiento?- sistema (o no sistema) que promueve la colectivización, la supresión de jerarquías, y un modelo basado en la colaboración más que en la competición. Cita sin complejos en Kropotkin ' Científico además de anarquista', con una obra en la que demostraba que las tasas de supervivencia de las especies de animales y plantas que cooperaban era netamente superior a las que competían entre sí. Alerta, asimismo , de apriorismos que damos por supuestos – que el crecimiento económico ilimitado es siempre sinónimo de bienestar – y, denunciando al Homo oeconomicus, pone a modo de ejemplo la ciudad de Detroit, antaño cuna de la industria automovilística y hoy ciudad casi fantasma y en ruinas por debido a los excesos del mismo sistema que le dio origen, y nos insta a conocer de más cerca algunas comunidades indígenas (Nos llama la atención sobre el hecho de que en la Amazonia no existía la palabra "trabajo") u otros estratos sociales que, desde una óptica exclusivamente materialista, consideramos menos beneficiados. Desde su experiencia de 30 años en docencia, cuestiona con acritud también el papel de la educación: 'Hace más de un siglo ya existía, en la cabeza de alguna gente, la conciencia de algo importante: Lo quieran reconocer o no, en la escuela modelan nuestras mentes conforme a unos criterios que tienen, infelizmente, mucho que ver con las reglas del beneficio privado, y en particular, de la usura'. También nos exhorta a examinar con ojo crítico los transgénicos, que contra lo que puede parecer 'Como un rey Midas al revés, troca en pobreza todo lo que toca', a la vez que denuncia también la farsa 'sostenible' del vehículo eléctrico. Pero no todo es áspero en la exposición de Taibo. Invocando al pasado - 'Qué corta es hoy, nuestra memoria. Señal, supongo, de lo poco intenso que es, en paralelo, lo que guardamos en la cabeza' - cita algunos movimientos obreros y otros sociales, i contrarresta la crítica a los poderes fácticos con una convocatoria a recuperar el poder que nace de la unión de las personas, que haciendo uso de una 'sencillez y sobriedad voluntarias' y con la fuerza que otorga el apoyo mutuo, son capaces de mitigar, primero, y restablecer, después, los desastres de un colapso del que ya estamos empezando a vivir los primeros avisos. Al salir compré uno de sus numerosos libros, 'Historias Antieconómicas'. En uno de los relatos, cita a Casaldáliga, inequívocamente anarquista, al menos, en la cita que nos ocupa: 'Mira, el hambre no espera. Al que tiene hambre hay que darle de comer. Lo de enseñarle a pescar vendrá después. Pero sobre todo, sobre todo, sobre todo, debe saber que el río es suyo'.
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