Un sistema del desvínculo: El buey solo bien se lame.
El prójimo no es tu hermano, ni tu amante. El prójimo es un
competidor, un enemigo, un obstáculo a saltar o una cosa
para usar. El sistema, que no da de comer, tampoco da de amar: a
muchos condena al hambre de pan y a muchos más condena al
hambre de abrazos.
BUROCRACIA
sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla.
En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. junto al
banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía por qué se
hacía la guardia del banquito. La guardia se hacía porque se hacía,
noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en
generación los oficiales transmitían la orden y los soldados la
obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si así se
hacía, y siempre se había hecho, por algo sería.
Y así siguió siendo hasta que alguien, no sé qué general o coronel,
quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los
archivos. Y después de mucho hurgar, se supo. Hacía treinta y un
ańos, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar
guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a
nadie se le ocurriera sentarse sobre la pintura fresca.
LA FUNCIÓN DEL LECTOR
Era el medio siglo de la muerte de César Vallejo, y hubo
celebraciones. En Espańa, Julio Vélez organizó conferencias,
seminarios, ediciones y una exposición que ofrecía imágenes
del poeta, su tierra, su tiempo y su gente.
Pero en esos días julio Vélez conoció a José Manuel Castańón; y
entonces todo homenaje le resultó enano.
José Manuel Castańón había sido capitán en la guerra espańola.
Peleando por Franco había perdido una mano y había ganado
algunas medallas.
Una noche, poco después de la guerra, el capitán descubrió, por
casualidad, un libro prohibido. Se asomó, leyó un verso, leyó dos
versos, y ya no pudo desprenderse. El capitán Castańón, héroe del
ejército vencedor, pasó toda la no~ che en vela, atrapado, leyendo y
releyendo a César Vallejo, poeta de los vencidos. Y al amanecer de
esa noche, renunció al ejército y se negó a cobrar ni una peseta más
del gobierno de Franco.
Después, lo metieron preso; y se fue al exilio.
LA CULTURA DEL TERROR
La extorsión,
el insulto,
la amenaza,
el coscorrón,
la bofetada,
la paliza,
el azote,
el cuarto oscuro,
la ducha helada,
el ayuno obligatorio,
la comida obligatoria,
la prohibición de salir,
la prohibición de decir lo que se piensa,
la prohibición de hacer lo que se siente
y la humillación pública
son algunos de los métodos de penitencia y tortura tradicionales en
la vida de familia. Para castigo de la desobediencia y escarmiento de
la libertad, la tradición familiar perpetúa una cultura del terror que
humilla a la mujer, enseńa a los hijos a mentir y contagia la peste del
miedo.
- Los derechos humanos tendrían que empezar por casa -me
comenta, en Chile, Andrés Domínguez.
NOCHEBUENA
Fernando Silva dirige el hospital de nińos, en Managua.
En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde.
Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos
artificiales a Iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse.
En su casa lo esperaban para festejar.
Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo quedaba en
orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían.
Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de los
enfermitos le andaba atrás. En la penumbra, lo reconoció. Era un
nińo que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la
muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.
Fernando se acercó y el nińo lo rozó con la mano:
- Decíle a... - susurró el nińo -. Decíle a alguien, que yo estoy aquí
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