La convivencia con don Alfonso me enseñó a leer en el libro de la vida. A leer en la enciclopedia viva reflejada en los ojos del que sufre. A decodificar el sentido oculto de las palabras; a buscar los seres tras las apariencias. Recordé la primera lección de Alfonso: la vida es información. Esa información puede ser la molécula de un anticonvulsivo tanto como una imagen mental”
“Sin duda, algo vincula a los seres a través de la mente. ¿Acaso el hilo que teje la red del universo está hecho de materia mental? Aunque sea invisible, la mente es una vibración, ciertamente sutil, pero no por ello menos real. Este no fue el último golpe a mí ya deteriorada infraestructura de creencias mecanicistas. Una campesina trabajaba con su mente a distancia y tenía los efectos directos delante de mí...”
“Lucindo me había confirmado que la enfermedad es la alteración de un sistema de circuitos integrados. El síntoma no es más que la válvula de escape. Es el fusible que salta cuándo aumenta el voltaje del sistema. Los médicos occidentales hemos sido educados en un modelo de interrogatorio que es como una camisa de fuerza; dirigido esquemático, monótono. Ahora daba mayor importancia al simbolismo de lo que el paciente creía de su enfermedad. Lo primero que hice fue hablar menos y escuchar más...”
“En algunas circunstancias hay una clara correlación entre el comienzo de una enfermedad y un evento afectivo traumático para el paciente. La simple evocación de este evento hace las veces de filtro que selecciona y saca a flote las informaciones no detectables, lo cual, a su vez, permite su tratamiento.”
“Si la rutina fría de la medicina conquistara la magia del ritual, si al intelecto se le añadiera la fuerza magnética del sentimiento, un médico tendría, además de la suya, la eficacia del sanador. Pero no hay que esperar a ser médico para ser sanador.”
“Las personas con firmes lazos sociales y hábitos no saludables, tales como vida sedentaria, licor en exceso y tabaco, vivieron más que otras con estilo saludable pero carentes de un adecuado soporte social. En Roseto, Pensilvania se registró una incidencia de enfermedad coronaria inesperadamente baja. Llevaban un estilo de vida familiar y abierto, caracterizado por fuertes lazos de unión entre sus miembros. El estudio reveló que aquellos que se marchaban de Roseto restablecían el índice ordinario de enfermedad coronaria de otras comunidades. El afecto comunitario era cardioprotector.”
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