"La institución pública tampoco existe, y no puede existir, pues donde no hay patria, tampoco puede haber ciudadanos. Los dos vocablos patria y ciudadano deben borrarse de las lenguas modernas. Yo sé la razón, pero no quiero expresarla,
porque no importa para el asunto aquí tratado.
No considero institución pública esos establecimientos risibles llamados colegios. Tampoco tengo en cuenta la educación del mundo, porque, como se propone dos fines contrarios, ninguno de los dos consigue; no sirve más que para hacer dobles a los hombres, que con la apariencia de proporcionar beneficios a los demás, jamás hacen nada que no sea en provecho propio. Pero como estas muestras son comunes a todo el mundo, a nadie engañan, y son, por lo tanto, trabajo perdido.
De estas contradicciones nace aquella que experimentamos continuamente en nosotros mismos. Llevados por la naturaleza y por los hombres por caminos contrarios, y forzados a distribuir nuestra actividad en distintas proyecciones, tomamos una dirección compuesta que ni a una ni a otra resolución nos lleva. De tal modo, combatidos y fluctuantes durante el curso de nuestra vida, la terminamos sin haber podido ponernos de acuerdo con nosotros mismos y sin haber sido de provecho para nosotros ni para los demás.
Aquel que, en el orden civil, quiere conservar la primacía de los afectos naturales, no sabe lo que quiere. Siempre en contradicción consigo y fluctuando entre sus propensiones y sus deberes, no será jamás ni hombre ni ciudadano. Será uno de los hombres actuales, un francés, un inglés, un burgués; no será nada.
Para ser algo, y para ser uno propio y siempre el mismo, importa decidir el partido que uno debe tomar, hacerlo resueltamente y seguirlo con firmeza. Yo espero que se me presente tal portento para saber si es hombre o ciudadano, o cómo hace para conjugar una contradicción con otra."
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