Blog donde recopilo lo (subjetivamente) mejor de fragmentos, artículos y reflexiones de textos místicos, religiosos, espirituales o filosóficos que me voy encontrando por mis peripecias literarias.

El Ego, K.Wilber

Uno de los muchos motivos de no saber lidiar con la noción de ausencia del ego es que deseamos que nuestros sabios en ego satisfagan nuestras fantasías relativas a santidad o espiritualidad, lo cual, habitualmente, significa que esas personas estén muertas del cuello para abajo, libres de los apetitos o deseos de la carne, eternamente sonrientes. Deseamos que esos santos no pasen por todas las cosas que nos incomodan – dinero, comida, sexo, relaciones, deseos. Los sabios en ego están por encima de todo eso – así lo deseamos. Queremos cabezas que hablen. Consideramos que la religión bastará para librarlos de todos los instintos básicos, de todas las formas de relación, considerando a la religión, no como una orientación para vivir la vida con entusiasmo, sino como guía para evitarla, reprimirla, negarla, huir de ella.
En otras palabras, el hombre típico espera que el sabio espiritual sea menos que una persona, de algún modo liberto de los impulsos confusos, difusos, complejos, pulsantes, compulsivos, que guían a la mayor parte de los seres humanos. Esperamos que nuestros sabios sean la ausencia de todo cuanto nos impulsa. Queremos que no sean siquiera tocados por todas las cosas que nos atemorizan, que nos confunden, que nos atormentan, que nos aturden. Y a esa ausencia, a esa falta, a ese menos que una persona es a lo que frecuentemente denominamos sin ego.

Sin embargo, sin ego no significa menos que una persona; significa más que una persona.
No persona menos, sino persona más – es decir, todas las cualidades normales de la persona, más algunas transpersonales. Pensemos en los grandes yoghis, santos y sabios – desde Moisés a Cristo, a Padmasambhava. No fueron unos amanerados sin fibra, sino dinámicos e instigadores – desde el episodio de los vendedores del Templo hasta la imposición de nuevos rumbos a naciones enteras. Han lidiado con el mundo en sus propios términos, no en términos de una piedad melosa; muchos de ellos han provocado revoluciones sociales significativas, que se han extendido por miles de años. Y así lo hicieron, no porque hubiesen evitado las dimensiones físicas, emocionales y mentales de la humanidad – tampoco al ego, que es el vehículo de todas ellas – sino porque las han asumido con tal garra e intensidad que han sacudido los propios fundamentos del mundo. Indiscutiblemente, estaban además íntimamente conectados con el alma (el psiquismo más profundo) y el espíritu (el Yo informe) – fuente última de su fuerza – pero han expresado esa fuerza y supieron obtener de ella resultados concretos, exactamente por haber asumido, decididamente, las dimensiones menores mediante las cuales ella podría expresarse de modo a ser sentida por todas las personas.

Esos grandes agentes de movilización y cambio no fueron egos pequeños; fueron grandes egos, en la más completa acepción del término, precisamente porque el ego (vehículo funcional del dominio de la mente) puede existir y de hecho existe con el alma (vehículo de lo sutil) y con el Yo (vehículo de lo causal). En la misma medida en que esos grandes maestros han movilizado el dominio de la mente, han movilizado el propio ego, porque el ego es el vehículo de ese reino. No obstante, no se identificaban meramente con su ego (eso sería narcisismo); simplemente lo han percibido conectado a una fuente Cósmica radiante. Los grandes yoghis, santos y sabios han conseguido tanto, precisamente porque no han sido tímidos aduladores, sino grandes egos conectados con su Yo superior, animados por el puro Atman (el puro Yo – yo) que es uno con Brahmán; abrieron la boca y el mundo se estremeció, cayó de rodillas y pudo ver cara a cara al Dios radioso.

Santa Teresa ¿no fue una gran contemplativa? Sí, y Santa Teresa fue la única mujer que reformó una tradición monástica entera (pensemos en esto). Gautama Buda sacudió a la India en sus propios fundamentos. Rumi, Plotino, Bodhidharma, Lady Tsogyal, Lao Tsé, Platón, el Baal Shem Tov – estos hombres y mujeres iniciaron revoluciones en el mundo que han durado cientos, a veces miles de años Y no procedieron así porque estuviesen muertos del cuello para abajo. No, ellos eran fantásticamente, divinamente grandes egos, ligados profundamente a lo psíquico, que estaba directamente ligado a Dios.

Hay cierta verdad en la noción de trascender el ego: no significa destruir el ego, sino conectarlo a algo más grande. Tal como afirma Nagarjuna, en el mundo relativo, atman es real; en lo absoluto, ni atman ni anatman son reales.

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