"La miseria es no saber pensar ni dar a la memoria más recuerdo que el dolor,
dice Francisco Bilbao, y dice que la explotación del hombre por el hombre no deja al
hombre tiempo para ser hombre. La sociedad se divide entre los que todo lo
pueden y los que todo lo hacen."
"1892
San José de Costa Rica
Profecía de un joven poeta de Nicaragua, llamado Rubén Darío:
El siglo que viene verá la mayor de las revoluciones que han ensangrentado la
tierra. ¿El pez grande se come al chico? Sea; pero pronto tendremos el desquite. El
pauperismo reina, y el trabajador lleva sobre sus hombros la montaña de una
maldición. Nada vale ya sino el oro miserable. La gente desheredada es el rebaño eterno para el eterno matadero...
No habrá fuerza que pueda contener el torrente de la fatal venganza. Habrá
que cantar una nueva Marsellesa que, como los clarines de
Jericó, destruya la morada de los infames... El cielo verá con temerosa alegría, entre el estruendo de
la catástrofe redentora, el castigo de los altivos malhechores, la venganza suprema y terrible de la miseria borracha."
"La voraz parentela, príncipes y princesas de la nueva nobleza de Francia, ha
cumplido su deber. Es verdad que se ha negado a venir la madre, Letizia, que está
en palacio murmurando rencores, pero Napoleón ordenará a David, artista oficial,
que otorgue a Letizia lugar prominente en el cuadro que relatará estos fastos a la
posteridad.
Los invitados desbordan la catedral de Notre-Dame. Entre ellos, un joven
venezolano estira el pescuezo para no perder detalle. A los veinte años, Simón
Bolívar asiste, alucinado, al nacimiento de la monarquía napoleónica: No soy más
que un brillante del puño de la espada de Bonaparte...
En estos días, en un salón dorado de París, Bolívar ha conocido a Alexander
von Humboldt. El sabio aventurero, recién llegado de América, le ha dicho:
—Creo que su país está maduro para la independencia, pero no veo al hombre
que pueda..."
-Las ideas de Simón Rodríguez:
«Para enseñar a pensar»
Hacen pasar al autor por loco. Déjesele trasmitir sus locuras a los padres que
están por nacer.
Se ha de educar a todo el mundo sin distinción de razas ni colores. No nos
alucinemos: sin educación popular, no habrá verdadera sociedad.
Instruir no es educar. Enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen, y tendrán
quien haga.
Mandar recitar de memoria lo que no se entiende, es hacer papagayos. No se
mande, en ningún caso, hacer a un niño nada que no tenga su «porque» al pie.
Acostumbrado el niño a ver siempre la razón respaldando las órdenes que recibe, la
echa de menos cuando no la ve, y pregunta por ella diciendo: «¿Por qué?».
Enseñen a los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el porqué de lo que se
les manda hacer, se acostumbren a obedecer a la razón: no a la autoridad, como
los limitados, ni a la costumbre como los estúpidos.
En las escuelas deben estudiar juntos los niños y las niñas. Primero, porque
así desde niños los hombres aprenden a respetar a las mujeres; y segundo, porque
las mujeres aprenden a no tener miedo a los hombres.
Los varones deben aprender los tres oficios principales: albañilería, carpintería
y herrería, porque con tierras, maderas y metales se hacen las cosas más
necesarias. Se ha de dar instrucción y oficio a las mujeres, para que no se
prostituyan por necesidad, ni hagan del matrimonio una especulación para asegurar
su subsistencia.
Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra.
"En el refugio de los enemigos de Rosas, anota Marmier, los ricos se han vuelto pobres y todos se han vuelto locos."
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