Al mismo tiempo,procuro no dejarme engañar por las pseudo-luchas de los educadores -particularmente de los “profesores reformistas”, de los “enseñantes inquietos”, los más mentirosos de todos. No me atañe definir cómo se ha de combatir la Escuela; lo mío es ‘mostrar’ una forma de insumisión y desenmascarar las falsas confrontaciones, las batallas amañadas,
del Reformismo Pedagógico, de los docentes ‘revolucionarios’, de los enseñantes ‘comprometidos’, de todos aquellos que se instalan en el aparato educativo (vale decir,
en el Prestigio y en la Nómina) y, desde esa posición de poder, ‘soldados’ a los fines y a los procedimientos del Estado, todavía se atreven a presentarse como luchadores
anticapitalistas, o “antiautoritarios”, o “anti-sistema”. ¡Terrible hipocresía, la de estos funcionarios de la desigualdad y de la opresión que hablan de la necesidad de ‘transformar’ la sociedad y proclaman dedicarse a ello desde sus puestos mercenarios de
trabajo! ¡Terrible engañifa, la que arrastra el concepto mismo de una “lucha de los profesores”! Nadie lucha menos que los profesores: la esencia de su práctica consiste en pasar a cuchillo hasta la menor raíz de una resistencia legítima...
Pero los enseñantes se hallan también en posición de “trabajadores”, y
pueden ser concebidos como víctimas, como objeto de la explotación. No debemos
olvidar que desempeñan su labor en condiciones muy difíciles, un poco entre ‘la
espada’ de las autoridades educativas y de las normativas vigentes y ‘la pared’ de
unos alumnos a menudo hostiles. Ejerciendo siempre entre la espada y la pared,
bajo la determinación de estructuras obsoletas, etc., los educadores, tú no lo
ignoras, arriesgan con frecuencia su equilibrio psíquico, su salud mental, en las
aulas... Y todo ello por un sueldo relativamente ‘modesto’... Estas circunstancias,
¿suscitan en ti alguna reflexión? ¿Qué opinas, al respecto?
El profesor es un “trabajador” como también lo son los policías, los militares profesionales, los carceleros, etc. En tanto “trabajador”, puede ser concebido, en efecto, como una víctima,
con un empleo ‘desagradable’, un sueldo que siempre se le antojará ‘modesto’, determinados ‘inconvenientes’ laborales, etc. Y puede “quejarse” por ello, como
también se quejan los ‘antidisturbios’, que quisieran no salpicarse nunca el uniforme de sangre, cobrar más, ser aplaudidos en todo momento por la población, que nadie les
arrojara ladrillos a la cabeza, etc. Se expone, por supuesto, a un cierto “desgaste psíquico”, como el “desgaste emocional”, el “sufrimiento nervioso”, de los militares que asumen de antemano, en tanto ‘efecto colateral’ de sus campañas pacificadoras, un variable porcentaje de “víctimas civiles”; o el de los ‘agentes del orden’ que han de enfrentarse en ocasiones a hombres y mujeres humillados, que protestan con la razón de su parte y a quienes -con gran ‘dolor’, con un enorme ‘pesar’- hay que acallar a garrotazos... Lo menos que puede hacer el profesor, como el antidisturbios, el militar o el agente del orden, es sufrir por la ignominia de su oficio. Y tiene derecho a ‘quejarse’, a protestar por las ‘miserias’ de su empleo; pero la suya será siempre una “revuelta de los privilegiados”. Aún más: una “revuelta de los opresores”. En tanto ‘trabajador’, el profesor es una víctima (decía Apple que el ‘educador’ era sin remedio “la primera víctima de la Escuela”, pues en la Institución terminaba de volverse idiota, se ‘imbecilizaba’); pero, como anotaría Nietzsche, una víctima culpable, un inocente vuelto culpable.
Algunos pensamos ser futuros maestros... ¿Qué consejo podrías darnos?
Ningún consejo. O, a lo sumo, el de Zaratustra: “Mi consejo, realmente, es que os alejéis de mí y me evitéis”.
Pero sí que me gustaría alertaros sobre un peligro que os va a acechar de inmediato: el peligro del autoengaño, de la autojustificación, de la racionalización de una práctica
infame y un empleo mercenario. Ya debéis saber que vais a ser contratados por el poder, por el Capital y por el Estado, para llevar a cabo los cotidianos y terroríficos “trabajos sucios” sobre la subjetividad de los jóvenes; ya debéis saber que, como Faustos menores, vais a vender vuestra alma al Diablo.
Os redimiría de algún modo que, en ese trance, manchadas las manos y alquilada la conciencia, por lo menos no os engañaseis...
El “policía de sí mismo” ya aparece por algunas de nuestras aulas (en las Escuelas Alternativas, por ejemplo), bajo la forma de ese estudiante ‘participativo’, ‘activo’, que interviene en la gestión de los Centros, en la confección de los temarios, en la dinámica de las clases, etc., y que, tentando la auto-calificación, a un paso estará de “suspenderse a sí mismo” sin remordimientos... Con estudiantes así, ya casi no hacen falta los profesores. Con ciudadanos así, ¿para qué se querrán los policías?
Uno de los rasgos más perceptibles de las sociedades democráticas contemporáneas estriba, precisamente, en la misteriosa e inquietante “docilidad” de las poblaciones, una ‘ausencia de resistencia’ estulta y casi suicida, una conformidad con lo dado que nos convierte, como anotó E.M. Cioran, en “aspirantes taimados a la dignidad de monstruos”.
Gramsci, Horkheimer, Barthes y Althusser han aludido convincentemente a este efecto ‘ideologizador’ de las prácticas científicas y culturales... “Hacer pensar” no es un objetivo que de verdad interese a tales prácticas; ni siquiera estaría en sus manos, en el caso insólito de que un
día se sublevaran contra sus señores, el Estado y el Capital. Sólo al arte le ha sido concedido ese poder fascinante de sembrar la desconfianza y movilizar las energías intelectuales del receptor. Sólo el arte puede llevarnos a aquel “adiestramiento en el olvido de lo ajeno y en el placer de la opinión personal, regreso a las primeras preguntas y a las respuestas que no se han dado, reconquista de la afirmación huérfana y del primitivo orgullo de hablar por uno mismo”
¿Cómo declararnos responsables si aparecemos tal meras marionetas de las circunstancias sociales, productos de lo históricamente dado, si
somos “pensados”, “hablados” y “movidos” por la sombría organización de lo real,
dibujo en la arena de la playa que borra la primera ola, hojarasca a merced de cualquier viento?
Por añadidura, el concepto de “responsabilidad”, instituido sobre esa mentira trascendental, ha sido utilizado durante siglos por la Moral dominante, alojándose en el
principio de realidad capitalista, en el “sentido común” de la clase política, en el “verosímil ético”, como diría Barthes, de los poseedores y de las poblaciones integradas.
De su mano, se nos ha querido educar en la obediencia axiológica y en la subordinación
psíquica, en la aceptación de un código ontológico reclutado para la salvaguarda de lo existente; con su ayuda, se logró adiestrarnos en la repugnante disciplina de la auto-constricción y la auto-vigilancia, en una indefinida “rendición de cuentas” ante un espejo interior en el que se reflejan sin descanso las más odiosas figuras de la policía social anónima (Horkheimer).
Creo que, en el ámbito del pensamiento, sí se está registrando un proceso de imbecilización, una suerte de progresiva idiotización que se cobra sus mejores piezas entre los intelectuales, los funcionarios, los educadores, los políticos, los psicólogos, los sociólogos, los psiquiatras,...
A la decadencia de Occidente, a la lenta pero indisimulable crisis terminal del Capitalismo, a los estertores de nuestra Cultura, les está correspondiendo, entre los vapores irrespirables del conformismo y del escepticismo, un resplandor filosófico
minimalista, esquelético, una insuperable anemia, un agotamiento insondable y una devaluación absoluta intelectual.
Después del 'recorrido' por la «mansión del embrutecimiento» (así definía Lautréamont la Escuela), queda aún la posibilidad de una implicación en los procesos no-institucionales de 'educación' y de transmisión cultural: involucrarse en la retícula
cultural no-estatal (centros sociales, ateneos, colectivos, editoriales no-mercantiles, asociaciones de un tipo o de otro, etc.), tener que ver con los modos y procesos de la auto-educación de la población, con las estrategias 'informales' de aprendizaje y
socialización de la cultura. En mi opinión, la «educación libre» a la que te referías se da justamente allí donde acaba la Escuela, empieza sólo cuando acaba la Escuela...
0 Comentarios