Un compañero nuestro iba cada día a comprar el periódico en un quiosco
dónde el propietario, un hombre frustrado e irritable, siempre lo
trataba con menosprecio y desdén.
Sucedía que a sólo un minuto del mismo había otro establecimiento en el que también era posible comprar el mismo periódico, pero el compañero en cuestión iba religiosamente al primero, día tras día.
Cuando, extrañados por su proceder, le preguntamos por qué razón no iba al segundo quiosco, nos espetó:
-¿Y por qué habría de decidir el quiosquero donde compro o no compro yo el periódico?
¿Cuándo nos comportamos como seres humanos responsables de nuestros impulsos y nuestra voluntad, y cuándo como animales reaccionarios y a merced de lo exterior?
Sucedía que a sólo un minuto del mismo había otro establecimiento en el que también era posible comprar el mismo periódico, pero el compañero en cuestión iba religiosamente al primero, día tras día.
Cuando, extrañados por su proceder, le preguntamos por qué razón no iba al segundo quiosco, nos espetó:
-¿Y por qué habría de decidir el quiosquero donde compro o no compro yo el periódico?
¿Cuándo nos comportamos como seres humanos responsables de nuestros impulsos y nuestra voluntad, y cuándo como animales reaccionarios y a merced de lo exterior?
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