Krishnanada, pseudónimo iniciático del psiquiatra Dr.Thomas Trobe, nos ofrece en este volumen un recorrido a través de los miedos e inseguridades reprimidos en nuestra psique. No se trata de miedos puntuales, ni de ansiedades sintomáticas: Krishnanada detecta como esos miedos y represiones impregnan nuestro quehacer diario, gobiernan cada una de nuestras decisiones. Así, nuestra vida inconsciente se refleja en resentimientos, frustraciones y desesperación —No aceptados por ni siquiera reconocidos— que pasan desapercibidos a nuestro yo consciente, pero que son fácilmente advertibles cuando, por ejemplo, identificamos un patrón en nuestro modelo de relaciones. Nuestro niño interior, cautivo en las experiencias traumáticas que lo alejaron de su espontaneidad, sigue actuando en nosotros —demandando, ofendiéndose, proyectando— privándonos de una intimidad real en nuestras relaciones cercanas.
No se trata de reprimir y aún menos juzgar a ese niño que todos llevamos dentro, sino a aceptarlo y comprenderlo, integrándolo con el meditador.
Krishnanada avisa una y otra vez de los mecanismos de defensa —A los que él llama 'Compensaciones'— que nos llevan por la senda del autoengaño, haciéndonos creer en nuestra autosuficiencia, desconectándonos de nuestra dimensión vulnerable, humana, i alejándonos así de la verdadera intimidad, en un juego de niños heridos que van, en su busca quimérica de un amor incondicional, apegándose o rechazando sus vínculos inconscientemente, sin llevar a la consciencia todo el dolor del cúal huyen y que, paradójicamente, la misma huída constituye su mayor esclavitud.
¿Cómo liberarse? Krishnanada se muestra muy honesto, transparente y cercano, afirmando que él mismo aún se encuentra en este proceso, que a menudo se tropieza otra vez con el obstáculo que ya creía superado, y aún reconociendo que algunos condicionamientos es probable que no desaparezcan en toda la vida. Aún así, ve en transitar esos miedos, con aceptación, compasión, acogida y voluntad de comprender, la piedra de toque del proceso de sanación.
Debe ser este un proceso auténtico, que implique un desgaste de la coraza; de cualquier otro modo no será sinó un afianzarse en las estrategias de compensación antes mencionadas.
"Yo sabía que tenía muchos miedos, pero mi actitud
era que el miedo es algo a lo que debía
sobreponerme para que no limitara mi vida ni me hiciera un
cobarde. Desde que tengo memoria,
tomé la decisión de que
yo no iba a permitir
que mis miedos me «pudieran» . Usé mi
determinación y mi fuerza de voluntad
para empujarme a superarlos. Me obligué a superar
el miedo a las alturas,
el mie do a afirmarme
a mí mismo, el miedo a encontrarme solo en la naturaleza; claramente el enfoque del macho. Nada de esto me ayudaba
a tener más intimidad conmigo mismo."
"Los conflictos que tenemos con otras personas
se producen casi siempre cuando
dos capas de protección chocan entre sí. A menudo nos rechazan porque
nuestro acercamiento a la otra persona se produce desde
el estado de protección en lugar del de vulnerabilidad. Nosotros pensamos que estamos abiertos y dis puestos pero, en realidad,
estamos situados en nuestra protección, esperando que el otro se abra antes que nosotros,
y luego nos indignamos cuando en retribución no obtenemos lo que queremos."
"Si pudiéramos darnos
cuenta de que las estrategias real mente no funcionan,
tal vez podríamos dejar de usarlas.
Lamentablemente es más fácil decirlo que hacerlo. Usamos
las estrategias porque esconden un profundo miedo interior de no conseguir lo que queremos
o necesitamos . Se trata
de una des confianza básica en la benevolencia de la existencia que proviene de nuestras heridas por la vergüenza, el shock y el abandono.
Rara
vez nos damos cuenta de que nuestra
búsqueda y nuestros dramas «amorosos» son una forma muy eficaz
de evitarnos a nosotros mismos,
así que gran parte
de nuestra huida del miedo proviene de nuestras relaciones amorosas como formas habituales e inconscientes de escapar.
En gran manera,
lo que nos mantiene
atados a la mente y nos bloq uea el corazón es una antigua falsa identidad
, comprometida y cond ici onada, q ue en el fondo se
considera inadecuada e indigna.
La experiencia de haber sido avergonzado o haber padecido el shock nos desconecta de nosotros mismos.
El dolor es tan grande, que abandonamos el cuerpo y perdemos contacto con nuestra energía.
Como resultado/no nos mantenemos en nuestro centro. Cuando no estamos en nuestro centro o en nuestra energía sentimos
un agujero dentro, y como esto no es agra
dable buscamos
formas de llenar ese agujero con algo desde el exterior. Eso es lo que nos hace codependientes.
Otra forma habitual
en que aprendimos a controlar fue haciéndonos mentales. La energía
se traslada fuera de nuestro cuerpo, a la cabeza, y nos sentimos a salvo, seguros y en posesión
del control. Guardamos las experiencias
en cajas para que la
vida no nos parezca tan abrumadora. Creernos que sabemos lo que hacemos, pero la verdad es que con eso nos estamos
bloqueando a cualquier conocimiento auténtico. Nunca antes me di cuenta de lo atroz que este tipo de protección puede ser. El
cinismo y el sarcasmo que a menudo acompañan
a la defensa intelectual pueden ser mortales.
Más nos damos cuenta de que estos comportamientos y actitudes habituales son adictivos. Casi todo
lo que hacemos, incluso meditar, puede convertirse en una forma más de evitar nuestros miedos
más profundos y nuestro dolor en lugar de invitarles a que surjan.
Empecé a apreciar el ser interior
profundamente sensible que se escondía y encubría sus miedos con una máscara
de «hacedor » muy competente.
0 Comentarios