Nasrudín, quien vivía en el desierto, en una cabaña en las afueras de la ciudad, se enteró de que aquel día el mismísimo rey iba a cruzar con su comitiva el desierto, justo en aquella zona, dónde años atrás hubo una heroica batalla, en la que su padre perdió la vida.
Nasrudín tuvo una idea, y al instante se puso a excavar por la zona y a sacar diversos restos de la batalla, la mayoría ya bajo tierra.
Nasrudín tuvo una idea, y al instante se puso a excavar por la zona y a sacar diversos restos de la batalla, la mayoría ya bajo tierra.
A mediodía, cuándo la comitiva real cruzaba por allí, vieron a Nasrudín juntando huesos y más huesos de los cuerpos caídos en la batalla.
El rey, intrigado, le pregunto:
"-Nasrudín, ¿Se puede saber qué tontería estás haciendo?"
"-Nasrudín, ¿Se puede saber qué tontería estás haciendo?"
"-Ninguna, mi rey.Solo que me enteré que usted iba a pasar con su comitiva hoy por aquí, y pensé en honrar a su majestad juntando los huesos del antiguo rey, su difunto padre.
Pero, por más que busco, me temo que sus huesos son iguales a los del soldado, el herrero, el campesino..."
Pero, por más que busco, me temo que sus huesos son iguales a los del soldado, el herrero, el campesino..."
La tradición sufí acostumbra a sellar este cuento con la siguiente frase:
"En la Vida, la igualdad es imposible.
En la Muerte, la desigualdad es imposible."
En la Muerte, la desigualdad es imposible."
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