Existe una historia que habla sobre el señor Ramírez. Él es viejo, y vive en su castillo en la colina. Mira por la ventana (está en cama ya paralítico) y ve a su archienemigo. A pesar de ser viejo, su enemigo está subiendo por la colina, apoyado en un bastón, despacio, con dificultad. Tarda alrededor de dos horas y media en subir la colina. Ramírez no puede hacer nada porque los sirvientes tienen el día libre. Entonces su enemigo abre la puerta, entra en la habitación, mete la mano bajo la capa, y saca una pistola. Dice:
– Ramírez, ¡por fin vamos a ajustar cuentas!.
Ramírez prueba la mejor manera de disuadirlo:
– Vamos, Borgia, usted no puede hacer eso. Usted sabe que ya no soy el hombre que lo maltrató cuando usted era joven hace años, y usted ya no es ese joven, ¡Piénselo!
– Ah, no – le contesta su enemigo – Sus dulces palabras no me impedirán cumplir con esta divina misión. Lo que yo quiero es vengarme y usted no puede hacer nada para impedirlo.
-¡Sí puedo hacer algo aún! – le asegura Ramírez
-¿Qué? – le pregunta su enemigo
– Puedo despertar.
Y, en efecto,
Despertó.
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