Creo que soy uno de los pocos atenienses, por no decir el único, que se
dedica al verdadero arte de la política y el único que la practica en
estos tiempos; pero como, en todo caso, lo que constantemente digo no es
para agradar, sino que busca el mayor bien y no el mayor placer, y como no
quiero emplear esas ingeniosidades que tú me aconsejas, no sabré
qué decir ante un tribunal. Se me ocurre lo mismo que le decía a Polo, que
seré juzgado como lo sería, ante un tribunal de niños, un médico a quien
acusara un cocinero. Piensa, en efecto, de qué modo podría defenderse el
médico puesto en tal situación, si se le acusara con estas
palabras: «Niños, este hombre os ha causado muchos males a vosotros; a los
más pequeños de vosotros los destroza cortando y quemando sus miembros, y
os hace sufrir enflaqueciéndoos y sofocándoos; os da las bebidas más
amargas y os obliga a pasar hambre y sed; no como yo, que os hartaba con
toda clase de manjares agradables.» ¿Qué crees que podría decir el médico
puesto en ese peligro? O bien, si dijera la verdad: «Yo hacía todo eso,
niños, por vuestra salud», ¿cuánto crees que protestarían tales jueces?
¿No gritarían con todas sus fuerzas?
Sócrates
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