Blog donde recopilo lo (subjetivamente) mejor de fragmentos, artículos y reflexiones de textos místicos, religiosos, espirituales o filosóficos que me voy encontrando por mis peripecias literarias.

Un Minuto para el Absurdo


El Maestro era cualquier cosa, menos ampuloso. Siempre que hablaba, provocaba

enormes y alegres carcajadas, para consternación de quienes se tomaban demasiado en
serio la espiritualidad. . . y a sí mismos.
Al observarlo, un visitante comentó decepcionado: «Este hombre es un payaso!».
«Nada de eso», le replicó un discípulo; «no ha comprendido usted ni palabra: un payaso
hace que te rías de él; un Maestro hace que te rías de ti mismo».



En sus años jóvenes, el Maestro había viajado por todo el mundo. Hallándose una vez en
el puerto de Shangai, oyó un griterío cerca de su barco. Al mirar hacia allá, vio cómo un
hombre, inclinado sobre la borda de un junco cercano, sujetaba por la coleta a otro
hombre que se debatía frenéticamente en el agua.
El del junco sumergía al otro de vez cuando en el agua y lo volvía a sacar.
Luego discutían ambos durante un minuto, o algo así, hasta la siguiente zambullida.
El Maestro llamó entonces al grumete y le preguntó de qué discutían. El muchacho sonrió
y dijo: «No discuten, señor. El del junco le pide al otro sesenta yuans por no ahogarle, y
éste sólo ofrece cuarenta».
Tras las lógicas risas de los discípulos, el Maestro dijo: «¿Hay uno solo de vosotros que
no ande regateando con la única Vida que hay?» y todos guardaron silencio.


Cuando le preguntaron si nunca se había sentido desanimado por el escaso fruto que sus
esfuerzos parecían producir, el Maestro contó la historia de un caracol que emprendió la
ascensión a un cerezo en un desapacible día de finales de primavera.
Al verlo, unos gorriones que se hallaban en un árbol cercano estallaron en carcajadas y
uno de ellos le dijo:
«iOye, tú, pedazo de estúpido!, ¿no sabes que no hay cerezas en esta época del año?».
El caracol, sin detenerse, replicó:
«No importa. Ya las habrá cuando llegue arriba».



Los discípulos quedaron desconcertados cuando oyeron al Maestro decir que el mal, visto desde una perspectiva más elevada, es bueno; que el pecado es una puerta de acceso a la gracia.
Entonces les habló de la historia de Cartago, una especie de espina clavada en la carne de la antigua Roma. Cuando Roma, finalmente, arrasó Cartago, se relajó, se debilitó e inició su decadencia.
«Si desapareciera todo mal», concluyó el Maestro, «el espíritu humano acabaría
pudriéndose».



A un grupo de activistas sociales que habían acudido a él para que bendijera un plan que estaban a punto de ejecutar, les dijo el Maestro:
«Me temo que lo que necesitáis es luz, no acción».
Y más tarde lo explicaría:

«Combatir el mal con la actividad es como combatir la oscuridad con las manos. Lo que necesitáis es luz, no lucha»


Cautivado por la melodiosa voz con que el Maestro cantaba versos en sánscrito, un
experto en este idioma dijo:
«Siempre he sabido que no hay en la tierra otro idioma como el sánscrito para expresar
las realidades divinas».
«No seas estúpido», le dijo el Maestro; «el idioma de la divinidad no es el sánscrito, sino
el Silencio».
 
 

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