Blog donde recopilo lo (subjetivamente) mejor de fragmentos, artículos y reflexiones de textos místicos, religiosos, espirituales o filosóficos que me voy encontrando por mis peripecias literarias.

Ajedrez

Hoy estoy poco metafísico, y como me he pasado medio domingo jugando al ajedrez, quisiera relatar mi experiencia en mi primer torneo oficial de este noble entretenimiento, en el que participé este verano en el marco de la fiesta mayor de mi pueblo.

Se trataba de un torneo "relámpago" con un tiempo de 4 minutos por partida hasta un máximo de 9,que puntuaba para la clasificación estatal (puntuación válida sólo para participantes federados, claro).

Bien, quisiera comentaros un par de situaciones que para un servidor fueron cuándo menos novedosas, para tener prevenido al ocasional lector en caso de que se aventure a semejante andanza.

No había división por categorías (ni edades, ni niveles) así que la amalgama de participantes era de lo más variopinta. Se hacen los sorteos y mi primer rival es un hombre de mediana edad que parece experimentado, por la seguridad que muestra.

Primera sorpresa: en un momento dado, durante los primeros movimientos de la partida, tomo el alfil pensando en que movimiento hacer, pero lo dejo al momento al no verle acción plausible.
Pues bien, el hombre con cara de indulgencia, me dice que esto no es legal, que si tocas una pieza estás obligado a moverla, pero me dice "no pasa nada por esta vez" y prosigue el juego. Vaya sorpresa. Termino derrotado.

La segunda partida con otro hombre de mediana edad, la gano.
"Bueno", pienso "al menos no terminará la cosa en humillación total".

En la tercera me encuentro con un chaval de unos 12 años."No te fíes un pelo", pienso.

Y ahí se da mi segunda sorpresa en lo que a normativa se refiere, esta a todas luces mayúscula:

A media partida muevo una pieza cualquiera y el niño me suelta un "ilegal", dándome la mano y dando por finalizada la partida.
Yo perplejo le pregunto "¿Qué?" Y el chaval me responde (ligerísimo todo él) "estabas en jaque y has movido otra pieza" (es decir, una pieza que no iba destinada a anular el jaque).

Me quedo todo alucinado viendo que efectivamente, estaba en situación de jaque, pero que él - como es costumbre desde que empecé a jugar - no me había avisado.

Luego un participante cercano me dijo que a nivel de normativa el oponente no está obligado a avisar de que ha realizado un jaque a su adversario, y que si el otro no se da cuenta y mueve otra pieza, pierde automáticamente.

Primera reacción, perplejidad. Segunda, entrañable, pensando "menudo pillo".
Tercera, absoluta indignación. Me explico.

Nada más terminar la partida, nuestro pilluelo se va dónde sus padres (terraza próxima al local del torneo) y les dice: "me ha vuelto a funcionar", ante las felicitaciones de sus familiares.

Entiendo inmediatamente que los propios progenitores son los que "adiestraron" al niño a ganar de semejante forma, legal aunque a todas luces sucia, ante los desprevenidos neófitos en torneos oficiales.

No merece la pena, por manifiestamente falso y prejuicioso, discurrir en la aseveración que defiende que el niño, dada su edad, tiene inferior nivel y por tanto la jugarreta está justificada a nivel moral. La razón es sencilla: había en el torneo diversos participantes que no juegan al ajedrez - es decir, nunca o casi nunca - y en el caso que nos ocupa la mayor parte de menores estaban tomando clases semanales con profesor.

Pues bien, sabiendo esto, más admirable y sorprendente me resultó luego constatar que todos los susodichos participantes menores de edad en el torneo habían utilizado reiteradamente la misma táctica, resultando en sendas "derrotas" de otros participantes que también desconocían esta normativa.

"Bien, así vamos", pienso, "Educando ya desde pequeños a buscar resquicios legales y a ganar no por propios méritos, sino por puro oportunismo".























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